Amarga soledad, en esta noche de desvelo
te confesaré un secreto escondido en mis versos.
Hace un tiempo compartí bajo el azul del cielo
caricias suaves, charlas largas, y muchos besos.
Era feliz, me sentía feliz, pero con indecisión,
muchas especulaciones resonaban en mi interior,
alimentándome las ganas de querer en el corazón
y aplacando las voces del pasado… de mi dolor.
Lo logré, me sentí importante en corto plazo.
Ilusioné con miedo al tiempo, no quería perder
el momento de reconstruir mi vida por pedazo,
pero la incertidumbre existía, y tuve que entender.
Resigné las posibilidades que daba el destino
tuve miedo, confieso, al reconstruir mi momento.
No me animé a recorrer un nuevo camino,
quizás me arrepienta, por no volver al intento.
Y tuve que decir basta… tuve que decir adiós
acongojándome la garganta y pidiéndole perdón
le dije que la quiero, y nos dolió a los dos.
Acaricié su mano, buscando contemplación.
Y lo entendió, entendió sin querer entenderlo
y ambos aceptamos abandonar este juego
y preferir renunciarlo, antes de perderlo…
Y nos inundamos en desasosiego. Apagamos el fuego.
La madrugada lloró, como lloré en versos.
Si ella lloró, hubiese preferido no verla…
buscaría consolarla con miles de besos
sabiendo que jamás podría tenerla…
La quiero tanto, la necesito en mi alma
con ella todo era calma, la sentí mi verdad
ya no estamos juntos, y perdón por esta lagrima.
Sólo me quedas de compañía, amarga soledad.